El plan de Monsanto para ayudar a la abeja.
Monsanto y otros se vuelven hacia la interferencia por ARN para luchar contra los ácaros que matan a las abejas.
Foto: Las abejas son un elemento fundamental para la agricultura.
Los apicultores luchan denodadamente contra el colapso de colonias, un complejo problema que ha estado matando abejas en grandes cantidades y podría acabar teniendo un efecto importantísimo sobre la gente, puesto que las abejas polinizan una porción significativa de la comida consumida por los humanos.
Una nueva arma en esta batalla podrían ser unas moléculas de ARN que matan a un problemático parásito interrumpiendo la expresión de sus genes. Monsanto y otros están desarrollando las moléculas como medio para matar al parásito, un ácaro que se alimenta de abejas
Esta molécula asesina, si resulta ser eficiente y pasa los obstáculos reguladores, ofrecería un muy necesario respiro.
Desde hace varios años han estado muriendo cantidades alarmantes de colonias de abejas y existen muchos factores que contribuyen a este declive. Los apicultores luchan contra la malnutrición, los pesticidas, los virus y otros problemas en sus cabañas de abejas, pero un problema que parece universal es el ácaro Varroa, un arácnido que se alimenta de la sangre de las larvas de abeja en desarrollo.
"Las colmenas pueden sobrevivir al ataque de muchos de estas agresiones, pero contra el Varroa no duran", afirma Alan Bowman, biólogo molecular de la Universidad de Aberdeen, Escocia (Reino Unido), que estudia el silenciamiento génico como medio para controlar la plaga.
El ácaro Varroa debilita las colonias al impedir el crecimiento de las abejas jóvenes y aumentar la letalidad de los virus que difunde.
"Las abejas pueden sobrevivir tan contentas con estos virus, pero ahora, en presencia del Varroa, estos se convierten en mortales", explica Bowman. Una vez que una colmena se ve infectada por el ácaro, morirá en un plazo de dos a cuatro años a menos que el apicultor tome medidas activas para controlarlo, explica.
Una de las armas que pueden usar los apicultores es un pesticida que mate a los ácaros, pero "siempre existe la preocupación de que los ácaros acaben siendo resistentes a los escasos acaricidas que hay disponibles", sostiene Tom Rinderer, director de la investigación sobre la genética de la abeja melífera en el Servicio de Investigación del Departamento de Agricultura de Estados Unidos en Louisiana. Y no es fácil dar con nuevos pesticidas que maten a los ácaros, en parte porque los ácaros y las abejas se encuentran en ramas vecinas del árbol animal. "A las empresas químicas les cuesta mucho desarrollar pesticidas debido a la relación cercana que hay entre el Varroa y la abeja", afirma Bowman.
La interferencia por ARN o ribointerferencia podría ser un medio más dirigido y eficaz para combatir a los ácaros. Es un proceso natural en las plantas y animales que suele defenderlos contra virus y trozos potencialmente peligrosos de ADN que se mueven en los genomas. Basándose en su secuencia de nucleótidos, el ARN interferente señala la destrucción de productos genéticos específicos, proporcionando una señal de autodestrucción específica a una especie. En los últimos años los biólogos han empezado a explorar este proceso como una forma posible de apagar genes no deseados en humanos (ver "Una técnica de silenciamiento génico que trata las cicatrices") y para controlar plagas en las plantas. Usar la tecnología para controlar plagas en los animales sería una nueva aplicación.
En 2011 Monsanto, el fabricante de herbicidas y semillas modificadas genéticamente, compró una empresa israelí llamada Beeologics, que había desarrollado una tecnología de interferencia por ARN que se puede administrar a las abejas mediante agua azucarada. La idea es que cuando una abeja enfermera escupe este agua en cada celda de un panal en la que la abeja reina haya puesto un huevo, las larvas resultantes consumirán el tratamiento ribointerferente. Con la secuencia adecuada en el ARN interferente, el tratamiento será inocuo para las larvas, pero cuando un ácaro se alimente de ellas, la plaga ingerirá su propia señal de autodestrucción.
La tecnología de interferencia por ARN no se portaría de una generación a la siguiente. "Es un efecto transitorio; no es un organismo modificado genéticamente", afirma Bowman.
Monsanto explica que ha identificado varios disparadores de autodestrucción que investigar al observar genes fundamentales para la biología del ácaro. "Algo en la reproducción, la puesta de huevos o incluso genes básicos de mantenimiento del entorno pueden ser un buen objetivo siempre que se diferencien lo suficiente de la secuencia de la abeja", sostiene Greg Heck, investigador en Monsanto,.
Según Bowman, la maravilla de la interferencia por ARN es su especificidad -los nucleótidos en el tratamiento de ARN bicatenario deben encajar perfectamente en una porción del producto genético que tiene como objetivo para que el silenciamiento funcione. Los investigadores ya han secuenciado todo el genoma de la abeja y partes del genoma del ácaro, así que la labor de encontrar objetivos ideales no debería ser difícil, según Heck.
Hay más empresas estudiando la interferencia por ARN como forma de proteger a las abejas de los ácaros.
Vita, una empresa de salud basada en la apicultura cuya sede está en Londres (Reino Unido) se ha asociado hace poco con la Universidad de Aberdeen, la institución de Bowman, y la Unidad Nacional Apícola del Reino Unido para desarrollar su propia tecnología de silenciamiento de genes.
A los expertos en abejas el método les parece prometedor. "Aún no ha logrado un gran éxito, pero la prueba de carga está ahí", afirma Rinderer, cuyo grupo de investigación del Departamento de Agricultura está siguiendo un enfoque genético clásico para luchar contra el Varroa: su grupo desarrolla y mantiene cabañas de abejas más resistentes a la plaga, algunas de ellas simplemente porque son mejores limpiando las celdas infectadas por el ácaro.
La especificidad y precisión de la interferencia por ARN tópica podría tener más usos agrícolas, incluyendo quizá conseguir que las malas hierbas vuelvan a ser sensibles a un herbicida de Monsanto al que han desarrollado resistencia.
A partir de ahora el mayor reto es la incertidumbre sobre cómo responderán los legisladores a la técnica del silenciamiento de genes.
"Cualquiera que quiera usar ARN bicatenario está esperando a ver qué permiten los legisladores", afirma Bowman. "No existen precedentes al respecto".
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